miércoles, 11 de noviembre de 2015

Caminar junto a los personajes eternos

Imagen sacada de este blog 
Este va a ser un post un poco diferente a los que acostumbro a escribir en este blog, primero por el tono serio que voy a emplear y, segundo, porque el tema que me trae hoy aquí es muy duro: el maltrato a otras personas, en este caso en forma de violencia de género. Entonces, ¿por qué no escribir sobre él en mi otro blog, el que tengo para otros temas? Pues porque la manera en la que lo voy a abordar está estrechamente ligada a la esencia de este blog, donde los personajes de novelas, cómics, videojuegos, películas o series y las historias en las que aparecen son protagonistas. Así pues, en las próximas líneas voy a defender una idea que cruzó ayer mi mente mientras veía en televisión la noticia del asesinato de otra mujer más a manos de su pareja, una idea en la que creo firmemente y que podría salvar vidas. Pero antes de plantearla, debo hacer un ejercicio de introspección para que entendáis el porqué de esa idea. 

Cuando era pequeña veía Dragon Ball y alguna que otra vez jugaba yo sola a hacer peleas con los cojines del sofá. No, no es que cogiera los cojines para golpear a nadie, es que los propios cojines eran los enemigos a abatir, contra ellos luchaba. Tranquilos, no me imaginéis aporreándolos como si de un saco de boxeo se tratara. Mis batallas eran a cámara lenta, pues tenía que volar, teletransportarme y hacer los ruiditos que hacían en la serie. Lo mío era algo muy elaborado, casi artístico y para nada violento. Pero un buen día mis padres, siguiendo el consejo de mi tía, decidieron obligarme a ver Heidi en vez de Dragon Ball, pues pensaron que unos dibujos con peleas harían de mí una niña violenta. Aquí es donde vino mi primer acto de rebeldía, pues me negué a ver Heidi y me iba a la ventana del salón a mirar por ella a la calle, dándole la espalda a la tele. Mi huelga surtió efecto, a los pocos días levantaron el veto que caía sobre Dragon Ball y yo seguí viendo la serie y recreando a cámara lenta los Kame-Hame y demás técnicas de combate que había visto. Y aquí estoy, a día de hoy soy una persona adulta responsable y para nada violenta. Aquellos dibujos animados no me convirtieron en una niña salvaje y agresiva que iría pegando a los demás niños, ni introdujeron en mí pensamientos que me hicieran ver la violencia como algo normal o necesario. Todo lo contrario, ver dibujos animados como esos me hizo conocer nuevos mundos, empatizar con un sinfin de personajes distintos, aprender a ser tolerante, a mejorar y esforzarme, me enseñaron que mi imaginación no tenía límites, me dieron esperanza, hicieron que nunca me sintiera sola, porque cuando el mundo real me hacía sentirme mal sabía que podía acudir a ese otro de ficción y sentirme bien. Por tanto, a mí ver dibujos animados de pequeña me hizo ser mejor persona. Quizá Dragon Ball no era del agrado de mis padres porque les infundía cierto temor, pero también forma parte de quien soy ahora. 

A los 9 años se produjo otro hecho que marcó mi vida para siempre: mis padres me regalaron mi primer libro "serio", con más texto que dibujos. Se trataba de Matilda de Roald Dahl. A partir de aquí mi afición por la lectura ha sido imparable. A los mundos que conocí en los dibujos animados sumaba los de los libros. ¿Una fábrica de chocolate en la que hacían infinidad de caramelos de lo más extraño? ¿Un niño vampiro que acudía cada noche a visitar a otro niño a su habitación? ¿Una aldea gala que resistía al invasor gracias a una poción mágica? ¿Un grupo de niños que durante el verano resolvían crímenes cometidos en su pueblo? ¿La posibilidad de llegar a la Luna y conocer a los selenitas? Como véis, la lista podría ser infinita. Pero no he venido a contaros hoy mi vida. Al hablaros de mi experiencia con libros o series de dibujos lo que pretendo poner de manifiesto es que cualquier obra nos ofrece unos personajes, un mundo nuevo y muchas posibilidades que nos ayudan a afrontar el día a día y van forjando nuestra personalidad. Los adultos en los que nos convertiremos también están hechos con todos esos elementos y a mí me han convertido en la persona que ahora mismo está defendiendo que darle un libro a un niño puede salvar muchas vidas el día de mañana. Y quien dice libro, dice cualquier otro soporte en el que vengan las historias.  

Podemos recurrir a las historias, estén en el formato que estén, para descubrir cosas nuevas, para evadirnos de la realidad, para recordar, para llorar, para reir, para reflexionar, para enfadarnos, para buscar respuestas, para pasar el rato, para compartir la experiencia con más gente, etc. Siempre habrá excepciones, pero creo firmemente que conocer historias nos hace mejores personas, más tolerantes, más imaginativos, más optimistas en cierta manera. Conocer otro mundos y sus infinitas posibilidades hace que los problemas en los que nos vemos inmersos todos los días se lleven de otra manera. Dudo mucho que una persona a la que, por ejemplo, le guste el cine o le guste leer pueda cometer la barbaridad de maltratar a otras personas o, más concretamente, de maltratar a su pareja sentimental. Dudo mucho que alguien que disfrute creyendo por momentos que la fantasía de los libros es real se sienta tan pequeño que llegue a desahogar su frustración de manera violenta con sus seres queridos. Dudo mucho que un padre que haya disfrutado durante su infancia con un libro permita que su hijo tenga una infancia donde el miedo impere. Dudo mucho que alguien que haya conocido la libertad o el amor en un cuento se bloquee de tal manera ante los problemas que descargue su rabia en forma de golpes contra la persona amada. Las historias no siempre tienen finales felices, pero aun en su tristeza nos transmiten vida. Veo imposible que la vida que nos infunden los libros, cómics, películas, series, dibujos animados o videojuegos permita que nos volvamos unos salvajes, que perdamos lo que nos hace humanos. Por tanto, creo que conocer, sentir y experimentar lo que vemos en las historias, nos convierte en personas que nunca se atreverían a poner un dedo encima de nadie. Somos afortunados por poder vivir cosas nuevas a través de la suerte de los personajes de las historias, llevamos una doble vida en ese sentido, por eso dificilmente vamos a sentirnos tan vacíos y miserables que dejemos que la rabia y el miedo irracional nos anule por completo. 

Es bonito hablar de nosotros así, como unos privilegiados, pero hoy he venido a hablar de ellos, de quienes no leen o no ven, de quienes no conocen más mundos que la realidad más inmediata que les rodea, de quienes no saben que hombres y mujeres somos personajes iguales en esta historia que es la vida real, que ningún ser humano es inferior a otro, que los enemigos de las historias muchas veces se dan cuenta de que juntos pueden llegar más lejos que estando enfrentados, que hacer lo correcto te hace sentir mejor, que todas las situaciones adversas pueden superarse con el tiempo y la voluntad, que se puede estar equivocado y luego rectificar, que de los errores se puede aprender, que la violencia no conduce más que a un sufrimiento del que es muy difícil salir. En las historias aprendemos todo esto y más, por eso cambiar la suerte de esta sociedad está a un simple paso, el de ofrecer historias a quienes no las tienen. Si desde pequeños tenemos la suerte de que nuestros padres o un libro o la tele o en el colegio nos cuenten una historia, nuestras vidas cambiarán para siempre. Y hoy he centrado el tema en la violencia de género, pero bien podría extenderse esto a otras lacras de nuestra sociedad como el maltrato animal, el racismo, la homofobia, el abuso sexual, etc.

Los maltratadores son unos miserables, pero creo que lo son porque sus vidas carecen de historias. Este blog se llama "Los personajes eternos" porque éstos, una vez entran en nuestra vida, ya no la abandonan. Por eso caminamos por nuestra existencia muy bien acompañados. Aquellos que caminan solos están destinados a un fracaso que también es el fracaso de todos. Con lo fácil que es compartir historias y personajes, no se debería permitir que haya gente que camine sola, pues serán ellos los autores de las historias más horribles de la humanidad. 

En fin, no sé si me habré expresado bien y me habréis conseguido entender. Pero necesitaba escribir estas palabras ante la profunda pena que sentí ayer y sigo sintiendo cuando veo en las noticias sucesos tan terribles y pienso que toda violencia puede erradicarse si desde la infancia se nos ofrece la esperanza que proporcionan las historias. Por supuesto que podemos debatir acerca de, por ejemplo, ciertos contenidos en los dibujos animados, el mal uso de algunas historias, etc, pero espero que mi tesis prevalezca ante otras polémicas que haya podido suscitar con mis palabras entre quienes me habéis leído. Por cierto, gracias por leerme.

¡Hasta el próximo post!

2 comentarios:

  1. Miri, he leído muchos de tus post, he reido, me he divertido e informado con ellos. Pero si algún día tengo que recordar una entrada de este gran blog, que sea esta.
    No solo has mostrado tu experiencia infantil, mostrando que te ha llevado a ser lo que eres, si no que has defendido a capa y espada y con unos argumentos muy convincentes, que las historias, como tú dices, en un futuro pueden salvar vidas.

    Muchisimas gracias por compartirlo con tus seguidores.
    Un beso muy grande
    Lena

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    Respuestas
    1. No sabes cuánto me alegra leer tus palabras. Sé que tú eres de las mías, que las palabras son para nosotras algo más que unos símbolos escritos, que disfrutamos con los libros más que con nada. Habrá quienes vean un exceso de optimismo en mis palabras, pero es lo que creo y es lo que sentí mientras las escribía.
      Muchas gracias por pasarte por aquí como siempre y por, además, comentarme siempre todo ;)

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